El día que por poco nos cargamos a La Grande.

     Voy a contar otra historia de mi hermana y así cerrar la saga porque puede ser que cuando vaya en Navidades a casa me lleve un puñetacillo de amor de su parte.

Todo se remonta a cuando La Grande, mi hermana, tenía unos 4 ó 5 años. Por aquel entonces la llamábamos El Bernabeu, por la dimensión de su frente. Ya tiene una frente normal.

En nuestra tierna infancia nuestro juego favorito era en primer lugar el de tumbarnos todos (mis vecinos, mi hermana y yo) en una alfombra, liar la alfombra mientras estábamos tumbados y lo más divertido, cuando estábamos hechos un rollito de primavera nos teníamos que poner de pie. Yo no recuerdo mayores risas. Si lo intentáis lo comprenderéis.

Era como en la foto pero con 5 ó 6 personas a la vez:
El policia evidentemente no estaba en nuestros juegos.

     Pero nuestro 2º juego favorito era sin duda la gallinita ciega, que para nosotros consistía en liarle la cabeza a La Grande, darle vueltas hasta hartarnos y que luego rompiera a buscarnos.

Pero un día se nos ocurrió una brillante idea respecto a este juego:

Montar a La Grande encima de la cama e iniciar el juego desde allí.

Total, liamos su cabeza, la montamos en mi cama y le dimos millones de vueltas hasta que no se tenía en píe.

Gritamos: "YAAA"

El juego comenzaba.

Mi hermana, con un mareo que la pobre no se tenía en pie empezó a moverse por la cama y a mover sus bracitos en busca de nosotros.

De repente se cae de cabeza de la cama. Literalmente de cabeza.

La Grande se quedó ahí como inconsciente en el suelo después del golpe. Pánico entre nosotros....

Nos hemos cargado a La Grande!!!

Madre mía, ¿qué hacemos?  ¿la metemos debajo de la cama para ocultarlo?

Tras momentos de total inquietud mi hermana volvió en sí con un bollo en la cabeza que parecía que no iba a tener cura en la vida.

Mi madre no me regañó, fue una vez más muy comprensiva. (Aún recuerdo con estremecimiento su bronca).

No sabemos todavía si ese golpe le afectó. Tal vez le turbó el crecimiento o algo. De lo que sí estoy segura es de que ese día la pobrecica tuvo que perder muchas neuronas con esa leche que se dio.

Cantonta.